Reflexiones sobre las preguntas: ¿PARA QUÉ? y ¿DESDE DÓNDE?

Muchas veces, cuando queremos hacer algo, lo hacemos y listo.
Sin pensar.
Otras veces, sin embargo, nos cuesta actuar. Estamos ante una decisión. Y en estos casos, ¿será lo mismo preguntarnos ¿por qué? o ¿para qué??.

Normalmente, de forma interna, podemos preguntarnos a nosotros mismos por qué debemos hacer tal cosa, o por qué no. O quizá consultarlo con otras personas.

En mi trabajo, el preguntarme a mí misma la funcionalidad de las cosas que gestionamos durante las sesiones en terapia, es una constante necesaria y muy relevante.

Para ello, yo me pregunto continuamente: “Ana, esto ¿PARA QUÉ lo hacemos?, o ¿para qué ha servido?, o ¿para qué puede venir bien?, …”

Me ayuda a centrarme y a no olvidar lo que necesitamos conseguir, a controlar el proceso terapéutico y a ir confirmando las decisiones que tomamos en conjunto.

Preguntar ¿PARA QUÉ? en lugar de ¿POR QUÉ?

El preguntar ¿para qué? en lugar de ¿por qué? nos ayuda a analizar de forma funcional los hechos y las conductas, a ver las cosas con diferentes perspectivas, a decidir y a ser dueños de nuestras acciones.

El ¿por qué? persigue una razón como respuesta, mientras que el ¿para qué? nos ofrece una relación entre eventos, con información mucho más rica y relevante. Nos lleva a un análisis mucho más detallado que se formula desde nosotros mismos y nuestras propias intenciones. Nos obliga a parar, a mirarnos, a conocernos, a escucharnos.

Preguntar ¿DESDE DÓNDE?

Si, además, añadimos a toda nuestra reflexión un ¿DESDE DÓNDE LO HAGO? la respuesta puede darnos aún muchos datos sobre si es una necesidad, una exigencia, una venganza, un deseo, una muestra de amor, etc… y suele añadir información que puede favorecer o no la consecuencia de ese hecho. Nos informa de cuál es la emoción que nos lleva a la acción.

Ejemplo práctico:

Por ejemplo, una persona quiere que su pareja se arregle más cuando salga de casa, y es un tema que les hace discutir mucho. En terapia trataríamos de analizar la situación.

Una vez que sepamos lo que exactamente se dicen el uno al otro cuando se presenta esta dificultad, nos preguntaríamos: ¿para qué esta persona le dice eso a su pareja?, ¿qué pretende conseguir? Y su pareja, ¿para qué le responde esto?, ¿qué efecto pretende tener en la otra persona?

Esto nos ayudaría a analizar de forma funcional las conductas de la pareja. No nos interesan tanto los motivos de sus acciones, como observar y descubrir sus relaciones, y cómo fomentan o interfieren en los comportamientos que les mantienen unidos.

Si esa persona se pregunta: ¿por qué mi pareja debe arreglarse más? La respuesta puede ser: “porque me avergüenza ir con alguien vestido así”. O porque “es simplemente de lógica”, o “porque yo sí que me arreglo, y me lo debe”.

Si añadimos el ¿desde dónde? la respuesta podría venir desde el pensamiento o la creencia de que el otro es inferior, o una que es persona dejada, o que ya no muestra interés… o desde la exigencia, la dirección y/o la verdad propia y absoluta.

Todas estas respuestas suscitan connotaciones negativas que llevarían a ahondar en las razones del distanciamiento.

Sin embargo, si la persona se pregunta: ¿para qué quiero que mi pareja se arregle más?, ¿qué quiero conseguir con esto? La respuesta puede ser, por ejemplo: “para que vaya con ropa que no esté rota, y que se cuide más”, o algo más aversivo como: “para que no vaya llamando la atención por ahí con las pintas que lleva”. De ahí se puede ver que la respuesta se centra en el otro. Abre las puertas a ir trabajando el autocuidado, las emociones que provoca la falta del mismo en cada miembro de la pareja, la aceptación, la tolerancia, etc…

Si añadimos el ¿desde dónde? la respuesta podría ser que venga desde el pensamiento o la creencia de que el otro no se cuida, no se preocupa de sí mismo ni de lo que piensen los demás. Y quizá se pueda definir que se hace desde el deseo de que el otro esté mejor. O desde la envidia sana por la libertad que tiene el otro al no importarle tanto lo que piensen los demás.

El trabajo terapéutico es más suave y distendido. De esta forma se sacan a la luz mayores eventos y formas positivas de afrontar las diferencias.

Cuando los hechos se refieren a la persona misma, sin implicar a más personas, ocurre parecido. Si debo tomar una decisión, reflexionar sobre lo que hago, sobre lo que deseo o lo que quiero hacer, un “para qué” no busca razones, nos encaminará a establecer relaciones, efectos y encontrar posibles soluciones.

Ana Sainz-Pardo

 

Foto de Bruno Scramgnon

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