¿Por qué no debemos gritarle a una niña o a un niño que «no se grita»?

Porque las niñas y los niños aprenden por imitación a través de la observación, o por ensayo error.

En un artículo interesantísimo de Rocío Niebla, leía sobre las increíbles NEURONAS ESPEJO y su función en nuestro desarrollo social.

Éstas son unas células nerviosas responsables de que seamos capaces de imitar algunas conductas que observamos en otros. Además, se las llama también “las neuronas de la empatía”, porque nos permiten entender las emociones e intenciones de los otros.

Por todo esto, son de vital importancia para nuestro desarrollo pues cumplen la función del aprendizaje social.

Estas neuronas se activan en presencia de las emociones, lo que hace que al presenciar determinadas situaciones emocionales nos “contagiemos”. Como por ejemplo suele ocurrir al estar con una persona que tiene una risa pegadiza, que hace que nos riamos con ella; o estar con una persona que atraviesa una situación de estrés, y acabamos viviendo esos momentos de forma nerviosa también.

Por esto, no tiene sentido decirle a una niña o a un niño que no se enfade estando nosotros enfadados, decirle a gritos que no se grita o pedirle positividad cuando solo nos ha oído quejas y negatividad durante todo el día.

Porque las neuronas espejo ensayan en los cerebros de nuestras hijas e hijos registrando continuamente nuestros comportamientos para ponerlos en funcionamiento cuando se le presenten situaciones parecidas. Por esto el dicho de: “los niños son como esponjas, se quedan con todo”.

Esta forma de aprendizaje por observación-imitación es más rápida que la de ensayo-error, ya que las neuronas de la empatía nos revelan lo que el otro siente al realizar ciertas conductas sin necesidad de pasar por la misma situación para aprenderlo. Es como un atajo que nos descifra si eso es bueno para nosotros o no.

Además, se sabe que las niñas y los niños imitan a sus figuras de apego y de referencia, con las que se sienten seguros y queridos.

Por todo esto, resulta muy conveniente mirarnos, atendernos y regularnos a nosotros mismos primero, adultos. Dar ejemplo para exigir a los más pequeños. Valorar que los modelos de conducta de la infancia están en todos los ámbitos de su entorno, y debemos cuidarlos: familiar, educativo y medios de comunicación.

Nosotros como adultos, en el entorno que podemos controlar cada uno, tenemos que tener en cuenta que el trabajo de las emociones, de la empatía, de las habilidades de comunicación y relacionales en el hogar, la escuela o los medios resultan esenciales para el bienestar psicológico de sus componentes.

Si quieres leer el artículo completo, puedes verlo aquí.

Ana Sainz-Pardo

Foto de Al-Azik Maulana Koentjoro

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